"Hay líneas en “Il Ritorno Che Non Volevo” que
evocan un algo indecible e instigan al lector y le torturan. En medio de las
penetraciones repetidas, la carne que muerde la carne, el puro erotismo en sus
formas más depuradas y a la vez puro instinto e incluso pasajes de cierto humor
(pensemos en Cialis y las alergias y el riesgo de dar en el hospital con
hipertensión o taquicardia), ¿no hay una ausencia? ¿No es esa ausencia lo que
la pasión busca superar? ¿No es la conciencia de la imposibilidad de saltar a la
otra orilla lo que encierran las entrelíneas? ¿No es la pasión y las aguas
sexuales que llueven en el texto in intento desesperado por silenciar el
pensamiento?
Hay líneas que fluyen con la cadencia del poema en prosa y en cuanto tales estremecen al lector porque le obligan a mirarse al espejo, a la realidad, a la jornada de la vida como un sinsentido. Hay un algo esencial que se sabe inaccesible. Todo intento es un esfuerzo inútil.
El pensamiento… sí, el pensamiento y la separación, la conciencia de la separación, de la otredad, de la soledad que no se supera porque no solamente es inaprensible la mujer. El hombre, la criatura humana, el ser… todos inaprensibles.
¿Cuál es el meollo del texto?
Cada lector llegará a sus propias conclusiones.
La pasión deviene en grito sexual que deviene en ausencia que deviene en soledad, una profunda soledad en lo más íntimo.
Y esta soledad priva, a pesar de vivir el momento, del epicureísmo, del hedonismo, del placer desbordado, del explotar cada instante como si fuera el último porque la única certeza es la incertidumbre. Y la luz al final… un destello, un hilo escurridizo por lo endeble e inmaterial… luz y silencio
Y la supuesta decisión consciente de ser un egoísta feliz, de ya no pensar en satisfacer a la mujer sino el goce propio, gozando de la carne con una pasión que se funde con una cierta ira, desesperación, locura, no deja de ser cuestionable.
¿Es el narrador un egoísta feliz y la mujer un objeto, una cosa bella, hermosa, moldeable, de piernas abiertas? La insistencia del narrador en tal egoísmo es afirmar lo opuesto.
No se podría eliminar la posibilidad de que sea precisamente el amor lo que mueve cada palabra. Lo otro, el insistir en el cuerpo físico como puente a la felicidad momentánea ¿no nace, precisamente, de la conciencia enloquecedora de saber que el acto sexual es sólo eso? Más que sexo, ¿no es erotismo lo que se plasma como en un lienzo? Y es ese erotismo un medio que acaso permita, en algún ámbito que no es el usual, lograr aunque sea momentáneamente, la ilusión de fundirse con la otra parte.
La mirada… ¿por qué no hay pasajes sobre la mirada, los ojos en los ojos en las penetraciones que desbordan el texto? ¿Temor, tal vez? Sí, acaso el miedo de saberse vulnerable, la certeza de la partida, de la escisión, de la muerte… "
Hay líneas que fluyen con la cadencia del poema en prosa y en cuanto tales estremecen al lector porque le obligan a mirarse al espejo, a la realidad, a la jornada de la vida como un sinsentido. Hay un algo esencial que se sabe inaccesible. Todo intento es un esfuerzo inútil.
El pensamiento… sí, el pensamiento y la separación, la conciencia de la separación, de la otredad, de la soledad que no se supera porque no solamente es inaprensible la mujer. El hombre, la criatura humana, el ser… todos inaprensibles.
¿Cuál es el meollo del texto?
Cada lector llegará a sus propias conclusiones.
La pasión deviene en grito sexual que deviene en ausencia que deviene en soledad, una profunda soledad en lo más íntimo.
Y esta soledad priva, a pesar de vivir el momento, del epicureísmo, del hedonismo, del placer desbordado, del explotar cada instante como si fuera el último porque la única certeza es la incertidumbre. Y la luz al final… un destello, un hilo escurridizo por lo endeble e inmaterial… luz y silencio
Y la supuesta decisión consciente de ser un egoísta feliz, de ya no pensar en satisfacer a la mujer sino el goce propio, gozando de la carne con una pasión que se funde con una cierta ira, desesperación, locura, no deja de ser cuestionable.
¿Es el narrador un egoísta feliz y la mujer un objeto, una cosa bella, hermosa, moldeable, de piernas abiertas? La insistencia del narrador en tal egoísmo es afirmar lo opuesto.
No se podría eliminar la posibilidad de que sea precisamente el amor lo que mueve cada palabra. Lo otro, el insistir en el cuerpo físico como puente a la felicidad momentánea ¿no nace, precisamente, de la conciencia enloquecedora de saber que el acto sexual es sólo eso? Más que sexo, ¿no es erotismo lo que se plasma como en un lienzo? Y es ese erotismo un medio que acaso permita, en algún ámbito que no es el usual, lograr aunque sea momentáneamente, la ilusión de fundirse con la otra parte.
La mirada… ¿por qué no hay pasajes sobre la mirada, los ojos en los ojos en las penetraciones que desbordan el texto? ¿Temor, tal vez? Sí, acaso el miedo de saberse vulnerable, la certeza de la partida, de la escisión, de la muerte… "